lunes, 17 de noviembre de 2008

DESPUES DE LOS CONGRESOS ¿QUE? ¿QUE SE PUEDE ESPERAR DE LO INESPERADO?


PAISAJE

POSTCONGRESUAL


SALVADOR GARCÍA LLANOS


El problema de las organizaciones políticas es que sus convocatorias congresuales -el acto democrático más importante en sus trayectorias- se están reduciendo a un debate nominalista, cuando no, a una pugna intestina de personalismos, familias, rencores, revanchas y territorialidades que los convierte en un auténtico ejercicio de funambulismo en cuyo sustrato late, cada vez más débilmente, el corazón de la unidad.


Precisamente ahora, cuando la ciudadanía anda bastante desencantada y recelosa con todo lo que huela a política, ahora que la crisis debe obligar a que los representantes de la soberanía popular se esmeren para imaginar y plasmar soluciones, resulta que no, que ideas y alternativas, pocas; codazos, bloqueos y exclusiones, en generosa cantidad.


En las Canarias de nuestros pecados, de nuestras subvenciones a la productividad, de nuestros cambalaches, de nuestro insólito e injusto sistema electoral, de nuestro espíritu acomodaticio y de la resignación de la virgencita, con los tres principales partidos políticos metidos en harinas de costales tan diversos hasta inspirar y proyectar al exterior cada vez menos credibilidad y menos confianza; en esta Comunidad Autónoma, decíamos, sí, la de récords negativos en varios indicadores, los ciudadanos llevan bastante tiempo mosqueados y cariacontecidos porque quienes tienen que ofrecer los modelos, los planes, las novedades, las medidas y la mejor administración de los recursos públicos -se supone que fruto de lo que resuelvan los congresos de las organizaciones a las que pertenecen- andan más tiempo entretenidos en otras cosas, en sus cuitas internas sin ir más lejos, en tanto que crece el desempleo, se prolongan las colas en las carreteras, se colapsan los juzgados, la asistencia sanitaria pública sigue siendo manifiestamente mejorable y el sector turístico trata de resistir consciente de que la gallina continúa poniendo en huevos en destinos cada vez más competitivos.



Es natural entonces la desconfianza del personal hacia los partidos políticos, que rehúya las convocatorias de sus actos, que cambie el dial o que zapee cuando escucha o ve discursos reiterados y que proliferen sitios en la red en donde más que denunciar lo que se hace es mofarse de nuestras propias miserias, ya saben, el escapismo del humor y de la ironía para hacer menos amargo el ya prolongado trance.



El undécimo congreso de los socialistas canarios arrojó pocas luces al campo de las propuestas, siquiera de los mensajes capaces de ilusionar y hacer palpar una alternativa. Su poblada nueva dirección -cómo se nota el desconocimiento de lo que sucedió en pasadas convocatorias, cuando los anticipados intentos de reducirla chocaban con la cruda realidad de los indispensables contentos individuales, grupales e insulares para pacificar- debe ser muy consciente de que las circunstancias son aptas y muy adecuadas para romper la ocupación del poder político autonómico y cabildicio.



Pero para ello es necesario -además de la reforma electoral- poner sobre la mesa elementos tangibles y viables que refresquen el ánimo de los electores, más allá de sus deseos de castigo a lo que ya conocen y que está, según se ha visto, agotado (en el caso de Coalición Canaria) o maniatado (en el del Partido Popular). Lo lógico era que allí donde hubiera un vacío, allí donde hubiera un conflicto enquistado, allí donde surja una discrepancia -lo sucedido con la policía es una astracanada- aparecieran los socialistas con una posición propia, con una alternativa.



Pero ocurre que, hasta cuatro o cinco días después, los medios de comunicación seguían hablando de las entretelas congresuales; todo lo más, de una obvia apelación a la unidad. Para ilusionar, recobrar crédito y motivar -además de lo cosechado intramuros, muy respetable- hace falta otra cosita, ¿no creen?


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