miércoles, 19 de noviembre de 2008

TRISTEZA CON 50 AÑOS EN ESPAÑA ERES UN INUTIL EN USA PUEDES SER PRESIDENTE

Tristeza

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Por JAVIER PÉREZ DE ALBÉNIZ (SOITU.ES)
Actualizado 19-11-2008 07:43 CET

Un redactor del programa 'Veo El Mundo' (Veo Televisión) ha pasado un día entero, con sus 24 horas, entre indigentes. Este ejercicio periodístico no es original. La caracterización a la baja es un recurso que los reporteros vienen utilizando desde tiempos inmemoriales: recuerdo que un buen amigo pasó la noche más fría del invierno de 1990 en los túneles de acceso al metro de Cibeles, y después lo contó en las páginas del diario El País. Sin embargo, me parece interesante y original el carácter premonitorio que el reportaje de 'Veo El Mundo' pudiera tener para el propio reportero.

José Luis Gutiérrez, presentador de 'Veo El Mundo'.

No sé si se han dado ustedes cuenta de que a los medios de comunicación les encanta convertir en noticia las miserias de la competencia. Es una estrategia interna. Al publicar informaciones sobre prejubilaciones, expedientes de regulación de empleo y recortes de plantilla en cabeceras rivales, lo que en realidad hacen es lanzar un mensaje a sus propias redacciones. El entrañable "cuando las barbas de tu vecino veas pelar…".

El futuro del periodista es oscuro como ingle de grillo. Con cincuenta años no eres un veterano cualificado, curtido y con gran experiencia. Eres un viejo con una nómina alta. Con veinte años no eres un pipiolo con todo por aprender. Eres un chollo que trabaja 24 horas al día y se disfraza de homeless con un contrato (en el mejor de los casos) de mierda. Por eso recomiendo al redactor de Veo El Mundo que no extravíe las direcciones de los comedores sociales que visitó durante su reportaje. Y que, por favor, me pase una copia.

Ya sé que esto que les estoy contando es triste, pero es que la vida es muy triste. Y la televisión, más. ¿Sabían ustedes que la gente infeliz y mohína se refugia en este medio de comunicación? Según un estudio publicado por la compañía norteamericana Springer Science+Business, las personas que no son felices consumen un 30% más de televisión que las alegres y dichosas.

Leon Tolstoi jamás vio la televisión, pero lo sabía todo sobre las personas y la tristeza. Las primeras líneas de Ana Karenina son el epílogo perfecto para el estudio de Springer Science+Business: "Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada."

Un motivo para no ver la televisión

Asombro y búsqueda de Rafael Barret.

Autor: Gregorio Morán.

Editorial: Anagrama.

Morán, imprescindible columnista de La Vanguardia, descubre en esta original biografía a uno de los escritores con mayor talento y peor fortuna de la historia de la literatura española. Rafael Barret, de padre inglés y madre española, nació en Torrelavega en 1876 y, tras una vida ajetreada que le arrastró por Argentina, Uruguay y, sobre todo, Paraguay, murió de tuberculosis cuando sólo tenía 34 años. Escribió muy poco y muy bueno, como debería ser.

Dicho esto, me niego a escribir largo y tendido sobre lo mucho que me ha sorprendido este libro, este autor. Sólo me queda, por tanto, agradecerle a Morán descubrirme a Barrett. Y proponer que disfruten de un texto antológico, el mismo con que Morán (y yo) entramos en el universo Barrett…

Gallinas

Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada.

La propiedad me ha hecho cruel. Siempre que compraba una gallina la ataba dos días a un árbol, para imponerle mi domicilio, destruyendo en su memoria frágil el amor a su antigua residencia. Remendé el cerco de mi patio, con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros de cuatro y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una línea diabólica entre mi prójimo y yo. Dividí la humanidad en dos categorías; yo, dueño de mis gallinas, y los demás que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se llena para mí de presuntos ladrones, y por primera vez lancé del otro lado del cerco una mirada hostil.

Mi gallo era demasiado joven. El gallo del vecino saltó el cerco y se puso a hacer la corte a mis gallinas y a amargar la existencia de mi gallo. Despedí a pedradas el intruso, pero saltaban el cerco y aovaron en casa del vecino. Reclamé los huevos y mi vecino me aborreció. Desde entonces vi su cara sobre el cerco, su mirada inquisidora y hostil, idéntica a la mía. Sus pollos pasaban el cerco, y devoraban el maíz mojado que consagraba a los míos. Los pollos ajenos me parecieron criminales. Los perseguí, y cegado por la rabia maté uno. El vecino atribuyó una importancia enorme al atentado. No quiso aceptar una indemnización pecuniaria. Retiró gravemente el cadáver de su pollo, y en lugar de comérselo, se lo mostró a sus amigos, con lo cual empezó a circular por el pueblo la leyenda de mi brutalidad imperialista. Tuve que reforzar el cerco, aumentar la vigilancia, elevar, en una palabra, mi presupuesto de guerra. El vecino dispone de un perro decidido a todo; yo pienso adquirir un revólver.

¿Dónde está mi vieja tranquilidad? Estoy envenenado por la desconfianza y por el odio. El espíritu del mal se ha apoderado de mí. Antes era un hombre. Ahora soy un propietario...

Por Rafael Barrett (publicado en el diario "El Nacional", de Paraguay, el 5 de julio de 1910).


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