viernes, 21 de noviembre de 2008

Schiaritti, el caso del mentalista mentiroso (2/2): El poder del mentalista


Manuel Carballal

Charlamos durante casi dos horas, y por fin llegó el ansiado momento.

Nuevamente Schiaritti insiste en que podría adivinar todo mi pasado, presente y futuro sin necesidad de ningún instrumento. “Como herramienta —dice— podría utilizar cualquier cosa, este lápiz, este pisapapeles, esta mesa… o, por ejemplo, este cenicero. Vamos a hacer un ejercicio de piromancia, una técnica que ya utilizaban los antiguos griegos.

Mientras el dotado argentino me describe las excelencias de la piromancia, yo disfruto como un enano. Su puesta en escena es excelente, aunque después comprobaría que su destreza técnica no lo es tanto.

Schiaritti coge el cenicero, una caja de cerillas que “casualmente” estaba sobre la mesa, una campanilla que también “casualmente” estaba sobre la mesa, y una hoja de papel con un círculo y unas preguntas en el centro, que también estaba encima de la mesa de su consulta “casualmente”.

Me explica que debo escribir en el centro de la hoja el nombre de una persona querida y su edad, los problemas que me preocupan y mi fecha de nacimiento. A continuación dobla la hoja explicándome cómo debo dejarla una vez que haya escrito esos datos. De pronto parece caer en una especie de trance y escribe algo en una parte del papel y me pide que elija dos números entre varias posibilidades. Luego me pide que sume, reste y, por fin, descubre el papel, y veo que había escrito previamente los números que resultarían de mi elección. Yo pongo cara de pánfilo y dejo escapar un ¡Ohhh! Es un viejo efecto de mentalismo “matemático”, lo que se llama un “forzaje”.

Con sonrisa triunfal el dotado sale de la habitación y yo escribo en los lugares indicados los datos que me ha pedido. Todos son auténticos menos dos; supongo que un dotado sabrá identificarlos. Toco la campanilla y Ricardo regresa al cuarto. Toma la hoja que yo he doblado siguiendo sus indicaciones y la rompe. Me acerca las cerillas y yo prendo fuego a los trozos de papel. Schiaritti los deposita en el cenicero y concentra su profunda mirada en las llamas. Transcurren unos segundos de suspense. Yo contengo la sonrisa. Schiaritti frunce el entrecejo. El fuego consume los papeles. Schiaritti habla. Con voz pausada, como si arrancase cada información de un lejano archivo akásico, el vidente apunta algunas informaciones: “Eres inteligente, rápido de mente, tal vez… sí, eres Géminis”. Yo arqueo las cejas y continuo boquiabierto, aunque empieza a agarrotárseme la mandíbula.

“Una mujer —continúa el adivino— un poco mayor que tu, treinta, no… treinta y dos años,… Anibel; no, Anais; no,… se llama Ana…”

Durante unos minutos Schiaritti “lee” mi pasado y augura futuro probable. Yo mantengo la cara de pánfilo mentecato y dejo escapar un “¡Ohhh!” tras otro, el maxilar ya me pesa. Schiareti sigue “leyendo” mi destino: “Te preocupa un problema de trabajo… la economía aprieta… ya veo… hay una deuda pendiente…”.

Schiaritti concluye su diagnóstico y con una gran sonrisa de satisfacción, supongo que influida por la expresión de asombrado mentecato que continuo dibujando en mi rostro, me dice: “¿Sorprendido? Espero que escribas una buena entrevista sobre mí”. Y en ese momento yo borro la expresión de asombro y la sustituyo por una pícara sonrisa. “Pues se me plantea un problema —le respondo— porque lo que has hecho hasta ahora son trucos de ilusionismo”. Y ahora es Schiaritti quien muda su irónica sonrisa por una pánfila expresión. “¿Yo?… ¡No!… ¿quién?… ¿ilusionismo? ¿a qué llamás vos ilusionismo?”.

El truco es viejo, muy viejo, tanto que ya ni los más veteranos magos mentalistas españoles, como Marko, Anthony Blake o Magic-Kim los utilizan, aunque lo incluyen en sus libros y cursos de magia. Cuando Schiaritti rompe el papel, lo hace por lugares concretos, manteniendo el doblez central, donde permanece el círculo con los datos, bajo su pulgar izquierdo.

Cuando el consultante quema el resto de los papeles, se lleva “por empalme” el trozo con la información bajo la mesa, y mientras el cliente concentra sus ojos en las llamas, el mago lee los datos y, a partir de ahí, deduce y fabula. Después, con un gesto aparentemente natural se guarda el papel y continúa el teatro.

Schiaritti tarda unos segundos en reaccionar. Es un tipo corpulento, al menos más que yo, y estamos solos. Por un momento temo que al verse descubierto reaccione con violencia. Imprudente de mí, remato la faena: “Te has llevado el papel con mis datos bajo el pulgar y ahora lo tienes en el bolsillo izquierdo del pantalón”. Afortunadamente Schiaritti prefiere intentar de nuevo convencerme en lugar de partirme la cara.

“Verás que no es truco, me dice nervioso mientras escribe algo en un papel que vuelve a colocar boca abajo. Piensa en cuatro colores, menos el blanco o el negro que son la negación del color y la suma de todos, piensa cuatro colores y tacha uno”.

Por un momento siento compasión. Ya es mala suerte, resulta que también conozco este truco. Le sigo el juego, pero deliberadamente le estropeo el truco eligiendo ciertos colores. Schiaritti pone cara de circunstancias y cambia de tema sin levantar el papel y enseñarme lo que él a escrito y que yo no he visto aún.

Me habla de que a veces es necesario impresionar al público con un show, que eso les permite creer en sus poderes y así les ayuda a curarse. Coge un ejemplar de su libro y lo abre por la página 121 y me lee: “(el paciente) necesita creer en algo. Que yo le demuestre, que le haga un poco de magia. Que lo sorprenda. Todos necesitamos un poco de magia. ¿Y para qué lo pide? Para creer. Las distintas técnicas de adivinación no son más que un show armado para el consumidor, rituales mágicos para adornar, para provocar la fe en la gente. Dan fe…”.

Se me hincha el pecho de satisfacción. Antes de reunirme con Schiaritti yo había subrayado en su libro exactamente ese párrafo, suponiendo que sería la coartada que utilizaría en caso de ser descubierto. ¡Touché!

Shiaretti justifica así la utilización de trucos de magia, y asegura que él no engaña. Sin embargo, en la página 120 de su libro, tercer párrafo, dice: “El paciente escribe el nombre de una persona querida y su edad, tres preguntas y su fecha de nacimiento en un papel QUE YO NO MIRO”. Y eso es mentira. Schiareti no “leía” mi pasado ni “leía” mi presente, lo que leía era el papel donde yo había escrito mis datos.

Mientras continua justificándose, y manteniendo que sus poderes psíquicos son reales, soy yo el que cambia los roles, de mojados al río, y me permito una broma. Me pongo muy serio, cierro los ojos y con voz profunda digo cuatro colores y resalto uno de ellos como tachado. Con un gesto solemne doy la vuelta al papel y allí estaban escritos esos cuatro colores, estando tachado el que yo había indicado. Schiaritti me mira pasmado. Yo también soy mentalista, pero no creo que el fin justifique los medios.

Ricardo Schiaritti realiza trucos de ilusionismo que presenta como poderes extrasensoriales. Si lo hace para dar fe a sus pacientes y facilitar su autocuración, o lo hace para lucrarse o acrecentar el mito que lo rodea, habrá de decidirlo el lector. Yo, querido Campoy, con este “informe” concluyo la labor encomendada. Misión cumplida.

Las profecías de Ricardo Schiaritti

En 1989 Ricardo Schiaritti publicó en Argentina su autobiografía El Hombre Impar, que en 1993 reeditaría con el título de Revelación del Nuevo Ser. Entre las páginas 141 y 149 incluye varios pronósticos de futuro inmediato, escritos al menos en las fecha de publicación del libro, en un capítulo que titula Predicción. Solo he seleccionado las profecías en que consta una fecha concreta, ya que las demás son atemporales. Veamos algunos ejemplos:

  • (Pág. 145): En 1994 llegará la guerra desde Medio Oriente. Un loco, un ambicioso, un ser que querrá adueñarse del mundo, desatará una hecatombe.
  • (Pág. 146): La cura del SIDA llegará en 1995 en forma de vacuna, que será descubierta por un científico japonés o alguien de ojos rasgados.
  • (Pág. 146): Sin embargo, en 1994 ó 1995 el SIDA se volverá endémico en la colonia artística.
  • (Pág. 147): En 1995 se construirá en Estados Unidos el primer taxi interespacial. Podremos visitar fluidamente otros mundos.
  • (Pág. 148): No retornará el comunismo, que incluso terminará, de aquí a tres años, (esto fue escrito en 1989) en Cuba. Habrá un golpe de Estado y Fidel Castro se matará o será muerto.

En octubre de 1995 y en el programa de Pepe Navarro, Schiaritti compartió el plató de Tele-5 con la vidente Conchita Hurtado para realizar pronósticos sobre Mario Conde, muy de actualidad en aquellos días por el escándalo Banesto. Ricardo Schiaritti tuvo el valor de hacer algunos pronósticos concretos que rescato de mi archivo:

  • Mario Conde no volverá a la cárcel.
  • Todo el que se oponga a él puede llegar a morir.
  • Pertenece a la mafia.
  • A partir de ahora lo veremos haciendo varias obras de beneficencia para ganarse el apoyo de la clase media baja, que necesita para sus ambiciones políticas.

Juzgue el lector.

Mundo Misteroso


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